jueves, 23 de abril de 2009

COCHOCHI, mirar para VER


La multipremiada película COCHOCHI, comenzará ha exhibirse en las salas de México a partir de este mes de Abril del 2009, lo cual debemos leerlo como un gran premio.

La Dirección y Guión de COCHOCHI es responsabilidad de los noveles realizadores Laura Amelia Guzman e Israel Cardenas, quienes lograron crear una obra de corte dramatico -drama rural- recreando la realidad sociocultural de un país de América, en este caso México, puede perfectamente ser cualquier otro, lo que le da, una visión mas universal a la película incluso cierto efecto político -quizás sin que haya sido realmente la intención-.

Fotografía, música, sonido me atrevo a decir que superan la intención del guión, es notorio que existe una clara intención de mostrar, quizás más que de denunciar, que fue lo que terminó pasando, una realidad que coexiste diariamente en las áreas rurales latinoamericanas, radios que pasan mensajes personales, niños que deben asumir responsabilidades de adultos pero continuan siendo niños -demostrado en su actuar, los adultos no hacemos ni asumimos esas acciones y posturas-, en fin una película que para nuestro profano gusto es muy buena.

Es buena porque muestra y recrea un realidad sin la necesidad de sangre, sexo, violencia desmedida, no es una película "fácil", porque su esquisita fotografía, música y sonido nos llevan a mirar con liviandad, relajados,,,,, pero su contenido nos redirecciona "a VER", a sentir, a pensar, a cuestionarnos con responsabilidad, el mensaje "no está libre", está encerrado, no escondido, cuando la pensamos encontramos el secreto.

Solo si soy un excéptico total o un individuo sin experiencia alguna debo de darme un martillazo en un dedo para saber que esa acción me provocará dolor pero solo si me doy el martillazo sabré que tan intenso es, si me tienen que mostrar todo para saber que existe seré un eterno infeliz. Por eso está implicito en la obra un martillazo en el dedo social, el cultural y en el político de cualquier país. Por eso no todos sienten el dolor o se pusieron sus protectores que utilizan a diario. Irresponsables, insensatos, insensibles pueden mirar pero no VER la película porque es una obra responsable, sensata, sensible, hecha para todos quienes somos culpables.

Ahi está el secreto, la genialidad de los realizadores, relajarte para mostrarte, para decirte, para hacerte sentir cosas que las tienes a tu lado y no las ves o no las quieres ver y mucho menos sentir y todavía muchisimo menos sentir como propias, como parte responsable de los hechos, sin embargo esta película logra que queden en tu retina [si tus ojos no estan ciegos o acomodados o prejuiciados], tus oidos [si no estan sordos], tu cabeza [si no está desprovista de cerebro].

Toda producción artística que lleve a la necesidad de crear una discusión, una reflexión, un cuestionamiento, a pensar si sobraron cosas o faltaron otras, necesariamente es buena, mas aún si se trata de una "PRIMERA OBRA".

Si se ha partido desde ahí, lo que venga será mucho mejor.

Seguro que mucho más se puede decir pero ahora quiero desearles a Laura Amelia y a Israel, mucha, muchisima suerte y sobre todo ánimo y fuerzas para continuar.

Sí, efectivamente, esto lo puedo escribir porque Miro y luego VEO, nunca he podido tener la enviadiable capacidad de otros que tienen la dicha de hacer mas de una cosa a la vez o ves, corrija el que quiera y pueda.

Porque además existo y luego vivo, porque hasta la fecha he existido y vivido mi existencia, quizás en algún momento me siente a pensarla [la existencia, valga la aclaración para los que hacen mas de una cosa a la ves o vez, porque normalmente no se detienen a pensar lo que ven o leen, no pueden]. No me cabe el "pienso y luego existo".

En estos momentos estoy viviendo en un pueblecito rural de unos pocos habitantes y salvando distancias y diferencias, mas de aspectos visuales que de contenido, coexisto con realidades similares, he vivido y vivo mi vida entre ambas realidades y ambas las vivo con intensidad, la existencia en ambas es completamente diferente, las sensaciones nada tienen que ver en una y otra,,, por eso en ocasiones tenemos que darnos un martillazo en un dedo. Pero quizás por eso puedo no solo mirar COCHOCHI,,, puedo "VERLA".

Y COCHOCHI, me permite jugar con ella, hacer mis propias tomas visuales, ponerle mi propia música, hacerle cortes y agregarle otros, si una obra de cualquier genero no me permite hacerlo, para mi no sirve, quizás para otros sí, o también el quizás se deba a que no sirven sus ojos, sus oidos o sencillamente su cabeza.

Por qué COCHOCHI es buena??
CIUDAD y CAMPO no solo se escriben diferentes, son diferentes, el niño, el adulto, la mujer o el hombre, el pobre, el rico de la ciudad esperan por un nuevo celular, un nuevo ipod, una nueva pantalla plana, una nueva computadora o cualquier otra "necesidad". El niño, el adulto, el hombre, la mujer, el rico o el pobre del CAMPO, esperan que una semilla germine, que nazca un ternero, que una planta florezca y que la flor de frutos o cualquier otra NECESIDAD, como llevar un "remedio" de un pueblo a otro o buscar un caballo que se perdió.

Son realidades que para hablar de ellas hay no solo que mirarlas, hay que verlas, hay que vivirlas, hay que existir en ellas o ser muy sensible, ambos casos son válidos.

Un drama de ciudad no es lo mismo que un drama rural, no se pueden contar de la misma forma, no se pueden decir de la misma manera, tampoco se pueden mirar de la misma manera porque uno de los dos no llegarás a ver.

CIUDAD
y CAMPO son diferentes, el que no pueda entenderlo así, seguro no verá COCHOCHI.

COCHOCHI es muy buena

Así que para concluir reitero mis felicitaciones y deseos de buena suerte a los directores y extiendo estas a todo el equipo de producción, actores, colaboradores y amigos.

Gualberto Magallanes


domingo, 12 de abril de 2009

Un quijote abrirá cine propio


Martín Daián inaugurará su Gran Prix en el Cerrito de la Victoria

Siempre soñó con comprar una sala grande y antigua; para eso ahorró toda su vida. En pocos meses, Martín Daián inaugurará su Gran Prix en el Cerrito de la Victoria.

MARÍA INÉS LORENZO

Se mandó una "quijotada": sus ahorros no se los llevó el corralito, pero tampoco conocieron lujos; pudo más su pasión por el cine. Martín Daián (34) invirtió 160 mil dólares en el Gran Prix del Cerrito de la Victoria, sala que en las décadas del sesenta y setenta emocionó y divirtió a las más diversas generaciones. "Muchos piensan que estoy loco, pero nada que ver", aclara él mientras se ríe, y cuenta que siempre soñó con tener un cine propio para rememorar cómo eran las películas que se exhibían durante el siglo XIX. "También sus salas y el olor a maní y caramelo que se vendían allí dentro", agrega compenetrado.

El Gran Prix ofició como cine hasta 1979, cuando la industria de ese medio sufrió una crisis. Entonces, se transformó en fábrica de cerámicas primero, y de productos eléctricos después. Compra va, compra viene, desde el año pasado es propiedad de Daián, quien ha reconstruido el edificio con 800 butacas acolchonadas, piso de parquet barnizado y una enorme pantalla para proyectar películas.

Fiel al estilo de antes, el nuevo Gran Prix recibirá a las personas con porteros uniformados en trajes azul marino con botones dorados, y sombrero. También se pasearán por los pasillos mujeres con vestidos retro, quienes ofrecerán golosinas en la tradicional bandeja de madera que, lazo de tela por medio, colgará de los hombros.

"La idea es revivir el cine de barrio, no sólo para que lo disfrute la gente cercana a él, sino todos los montevideanos", señala Daián, quien asegura estar gratamente sorprendido por la tranquilidad del Cerrito de la Victoria y la calidez de sus vecinos. Vecinos literalmente, porque el cinéfilo se instaló hace unos cinco meses junto a su esposa Ingrid (26) en una de las habitaciones del Gran Prix, con cama y living incluido. También se llevó su aparato de 16 milímetros (rollo de film semi-profesional) donde todas las noches proyecta en una pared blanca y frente a un cómodo sillón alguna película para ver con su pareja. "Mis favoritas son las europeas y las de terror, aunque también miramos otros géneros", dice.

De aspecto sencillo y culto, él recuerda que su pasión por la pantalla grande se despertó de niño, cuando sus padres y abuelos lo llevaban al Trocadero, sala que ya no forma parte de la recreación montevideana. "Siempre me fascinó ir allí, así como recorrer la feria Tristán Narvaja en busca de objetos o publicaciones vinculadas al cine", dice Daián, y confiesa que cada vez que se topa en la calle con una volqueta o caja de cartón hurga dentro por si encuentra algo novedoso.

Cine, teatro y música. El Gran Prix tiene una superficie de 1.100 metros cuadrados, una altura de 15 metros y una capacidad para 800 personas, cuenta el cinéfilo y agrega que si la obra avanza como hasta ahora en cuatro meses ya se podrán exhibir películas infantiles, de terror, suspenso, amor y ciencia ficción. La idea sería abrir el cine todos los sábados y domingos, y las semanas enteras de Turismo, vacaciones de julio y septiembre. También se harán ciclos de films de terror, acción u otro género, una vez a la semana, detalla Daián, y agrega que si tienen buena repercusión se pasarán los viernes a la noche.

La entrada costará entre 50 y 60 pesos, adelanta, y por ese precio también se podrán disfrutar espectáculos de teatro popular y música, con bandas nacionales reconocidas y otras pioneras, porque el edificio contará con un amplio escenario de madera y camarines para los artistas.

Los gastos edilicios, más los de vestimenta y accesorios también salieron de la "chanchita" de este hombre emprendedor, quien cuenta que en estos días enviará una carta a la Intendencia de Montevideo y al Ministerio de Cultura solicitando ayuda para terminar de remodelar el edificio.

"Puede ser económica o de mano de obra", sugiere, y agrega que si esos organismos no pueden colaborar, el cine abrirá igual, y a "sala llena".

Para Daián cualquier meta que uno se proponga se puede lograr, si se es constante. "Yo siempre soñé comprar un cine grande y antiguo, y para eso ahorré toda mi vida", señala el cinéfilo, quien se dedica desde los 18 años a instalar y reparar aparatos cinematográficos. Primero comenzó en las salas de Cinemateca, y hoy también trabaja en cines de Chile, Argentina y Estados Unidos.

Museo de colección. "Lo que más me apasiona es comprar esos rollos que no se sabe qué película traen y cuando la ves te llevás una sorpresa", confiesa entusiasmado, y cuenta que su hobby preferido es coleccionar los films de cine independiente de los años treinta y sesenta; en total, lleva recopilados más de 200 en formato semiprofesional (16 milímetros) y la mayoría de ellos ya no se consiguen en las ferias, revela el hombre de 34 años, que además colecciona otras 40 películas de tamaño profesional (de 35 milímetros), que son las más difíciles de adquirir. "Hay que comprarlas en el exterior y además son muy costosas", dice. Esas y otras reliquias como fotografías, publicaciones y libros del cine de 1900, serán dispuestas en uno de los pasillos del Gran Prix, en una suerte de museo con vitrina, donde también descansarán estatuas y figuras de cera de los personajes más destacados de la pantalla grande mundial. Si bien Daián es consciente que en Uruguay se rememora un sólo cine de barrio (El Maturana) no tiene dudas de que el Gran Prix pegará fuerte en la gente. Y, de no ser así, tampoco le importa. "La vida es corta y hay que transitarla haciendo lo que uno más disfruta", finaliza.

"Soy maniático de la nitidez de la imagen"

"Maniático" de la nitidez de la imagen, el cinéfilo Martín Daián (34) considera que uno de los grandes problemas que enfrenta desde hace cinco años la pantalla grande es la piratería.

"Muchos prefieren comprar una película en discos copiados, mucho más barata y de calidad visual inferior, lo que perjudica a la producción cinematográfica", señala con pena, y de inmediato agrega que otra dificultad del cine se relaciona con la globalización. "La gente hoy consume más el DVD y la televisión por cable porque les brinda mayor comodidad y seguridad", dice el hombre, que aclara que no está en contra de ese moderno fenómeno. Simplemente considera que las nuevas tecnologías aplicadas al hogar jamás lograrán emocionar, asombrar o hacer reír a centenares de personas juntas. "Esa es una magia exclusiva del cine", señala Daián.

Sin embargo, para él sí es "sumamente positiva" la incorporación de aparatos cinematográficos digitales que permiten proyectar las películas con efectos 3D, porque fomenta la cultura del cine, sobre todo en los más pequeños.

Ahora, ¿qué opinión le merece la producción cinematográfica uruguaya? "Mejoró mucho y se ha posicionado en el país y en el mundo como un trabajo profesional luego de la nueva ola del cine nacional que irrumpió entre el año 89 y 90, con la película El dirigible", considera Daián.

Según su experiencia, a los uruguayos les atrae bastante el cine y si no lo visitan tan seguido como en décadas anteriores no es porque carezcan de dinero. "No van porque la publicidad no es la adecuada", analiza Daián.

"Antes, por ejemplo, cuando había estrenos de películas se desplegaban en la cuadra del cine muñecos grandes que aludían a los personajes de esa película, lo que hacía que la gente quisiera verla", recuerda con nostalgia, y compara entre risas: "¡Hoy apenas se hacen folletos de papel!" Y reflexiona: "Como bien decía mi padre, en Uruguay se ha perdido la capacidad de asombro".

fuente: El País Digital